El mayor reto que tenemos cuando somos papas, es educar hijos mentalmente sanos y el mayor riesgo que corremos es no tener conocimiento sobre qué cosas de nosotros pueden hacerle daño a nuestros bebés y marcarlos de por vida. Está claro que nadie escoge en qué tipo de familia nacer y esto se convierte en una lotería de la cuál no es fácil desligarse. Partiremos de la base de que cada uno hace lo mejor que puede con las herramientas que tiene, en ningún momento el objetivo de esta entrada es hacer sentir culpable ni juzgar a nadie, simplemente generar un poco de consciencia y entendimiento sobre algunas situaciones que parecen muy extrañas o sin sentido en la vida.
La psiquiatra española Anabel Gonzalez dice que ¨somos una especie humana que no se desarrolla autónoma, sino en contextos familiares¨. Cuando somos pequeños, no podríamos crecer sin un adulto responsable de nuestras necesidades tanto físicas como emocionales y cuando crecemos, así nos sintamos autosuficientes, seguimos necesitando de los demás. Lo determinante es cómo es o como son los adultos que son responsables de cuidar de nosotros. Esto nos marca para siempre.
La forma en la que nos miramos, nuestra perspectiva sobre lo que sentimos y pensamos, toma como modelo la forma en la que fuimos mirados por las figuras mas relevantes de nuestra infancia. Estas primeras relaciones con nuestros cuidadores son un modelo base sobre el cual se irán desarrollando las diferentes relaciones que tengamos con personas significativas a lo largo de nuestra la vida.
Si durante nuestra infancia crecimos en un ambiente donde no nos sentimos seguros, donde predominaba el miedo que le teníamos a nuestros cuidadores y donde los que cuidaban de nosotros ignoraban nuestras necesidades, aprenderemos a anticipar el rechazo y tendremos relaciones basadas en el mismo miedo y la inseguridad, donde en la mayoría de los casos no vamos a ser capaces de identificar ni siquiera nuestras propias emociones, sensaciones y necesidades.
Si por lo contrario tuvimos unos cuidadores que nos hicieron sentir seguros, cuidados, protegidos respetados y vistos , así nos iremos sintiendo en nuestro crecimiento y por el resto de la vida y esto hará que cualquier situación adversa se más fácil de superar, ya que lo más probable es que sepamos identificar lo que sentimos, identificar qué necesidades tenemos y sabremos que hacer con esto. Esto nos permitirá tener relaciones sanas.
Para ser personas sanas necesitamos cuidadores que reconozcan y validen nuestros sentimientos ya sean positivos o negativos cuando algo pasa, que tengan la capacidad de entender lo que estamos sintiendo y nos permitan sentirlo, que nos transmitan por medio de acciones cuidado, y que atiendan y respondan ante nuestras necesidades (físicas o emocionales).
Si nos caemos y nos regañan por caernos, nos reprochan, se angustian más que nosotros por nuestra caída, no nos reconocen el dolor que podemos sentir ni nos dejan llorar, vamos a aprender que está mal expresar lo que sentimos. Desde pequeñas acciones como estas aprendemos a decirnos que nuestras necesidades no importan, a ignorarlas o a no buscar como satisfacerlas. El problema no es que pasen cosas negativas, sino que se den las circunstancias positivas para que aprendamos a calmarnos de la manera que necesitemos. Como no tenemos claves para entender lo que sentimos, cuando aparece alguna emoción o sensación, no le encontramos ningún sentido ni comprendemos de donde vienen.
Tampoco nos funciona a lo largo de la vida unos cuidadores demasiado preocupados por nosotros, la cercanía puede resultar insoportable pero el miedo a alejarnos aún peor. Si nos distanciamos somos malos, egoístas, puede que los otros entiendan que no los queremos pero si nos quedamos, nos asfixiamos. Tanta preocupación no ayuda a desarrollar seguridad en uno mismo ya que todo produce miedo, no solo por lo que nos pase a nosotros, sino por lo que van a sentir nuestros cuidadores con lo que nos pase, entonces sentiremos culpa por hacerlos sufrir (claramente no de una forma intencional).
Cuando como niños tenemos que calmar a nuestros cuidadores, algo está mal. Este tipo de acciones podrían volvernos personas dependientes,nos encargaremos siempre del bienestar de los demás por encima del nuestro , podríamos sentirnos inseguros haciendo cosas solos, y siempre necesitaremos a alguien al lado para podernos calmar (gravísimo problema). No toleraremos las perdidas, la soledad o la distancia y creeremos que no somos nadie sin las otras personas y es aquí donde aparece el sentimiento de ¨si tu te vas me muero¨, el cuál nos llevará a tolerar cosas inaceptables y a quedarnos donde no deberíamos.
Cuando entendemos todas estas relaciones entre nuestra infancia y nuestra adultez, entre nuestra familia cuando niños y nuestra familia cuando adultos, podemos generar consciencia y darle un sentido a muchas incógnitas. Siempre hay opciones de cambiar todo lo que no nos gusta de nosotros, pero no se cambia lo que no se entiende.
Quedarnos en la situación de victimas juzgando a nuestros cuidadores por lo que hicieron o por lo que dejaron de hacer, es la posición más fácil pero no la que nos va a sacar de donde estamos, por el contrario nos podrá llenar de sentimientos horribles que nos conlleven a acciones peores. Hay que entender que seguramente , cada uno hizo lo mejor que podía con lo que tenía, donde si hubieran sabido hacer las cosas de una forma diferente, lo hubieran hecho, pues no creo que nadie quiere hacer daño a sus pequeños.
Si nunca entendemos esto, estaremos repitiendo lo mismo con los nuestros o lo que es aún peor seguiremos tratándonos cómo nos trataron . Cuando somos adultos somos nosotros los que decidimos cómo cuidarnos y como relacionarnos tanto con nosotros mismos como con los demás. Está en nosotros el poder de hacernos sentir como nos merecemos y de amarnos como nos hubiera gustado que nos amaran.